La utilización de biomasa para generar energía térmica no es algo nuevo. Desde hace miles de años la biomasa ha sido una fuente energética esencial, incluso la principal  hasta finales del siglo XVIII. Sin embargo, el desconocimiento que muestra la sociedad sobre qué es la biomasa es vasto; ¿es que ahora vamos a volver a la leña, la que recogíamos hace años para llevarla a casa y calentarnos? nos preguntaba una mujer mayor en una de las cientos de reuniones informativas que organizamos con los vecinos en las Comunidades de Propietarios. La respuesta es: sí, pero leña transformada para producir una energía limpia y renovable que llega directa a las casas. De eso nos encargamos nosotros.

La energía de la biomasa deriva de materiales vegetales como madera de bosques, residuos de procesos agrícolas y forestales o aserraderos. Tras procesar los residuos, los quemamos en la Central, y producimos energía térmica que transportamos en forma de agua caliente por tuberías aisladas enterradas bajo las calles que conectan con las viviendas. Es lo que se llama Distric Heating o Red de Calor.

El uso de la energía térmica no es una receta mágica para salir de la crisis, pero sí constituye un ahorro económico para las familias, a la vez que contribuimos a reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera en un gesto de devolver a la naturaleza lo que nos presta. A la vez que los recursos de la biomasa suponen un retorno económico, también generan empleo local, una oportunidad para revitalizar el medio rural que ninguna administración debería desestimar, a ninguna me refiero del ámbito nacional, regional y local.

El primer paso que tendríamos que dar es instaurar una fiscalidad verde en el conjunto del país para promover un crecimiento de la economía más sostenible a través de actividades con un mínimo impacto ambiental. Seguimos pidiendo a gritos que el Gobierno establezca un IVA reducido para la conversión de salas de calderas en la utilización energía térmica generada por biomasa. Debemos aumentar la competitividad de la biomasa, es uno de los sectores con mayor potencial de creación de empleo, tal y como ocurre ya en países como Alemania, Francia o Reino Unido. El bajo desarrollo de la biomasa en España se debe a la gran desventaja en materia fiscal frente a la situación de otros países europeos, hay que recordar que los países anteriormente mencionados ya aplican sus tipos reducidos de IVA a los recursos de la biomasa frente al 21 por ciento que establece nuestro Gobierno.

Y los ayuntamientos, ¿qué pueden hacer ellos para promover la implantación de la biomasa?, lo que ya aplican consistorios como los de Cuenca, Almería, Arbúcies (Girona) o Lucena (Córdoba): incluir bonificaciones en los recibos del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) de las viviendas que utilicen energías renovables, que tengan instaladas calderas de biomasa o que estén adheridas a una Red de Calor. Bonificaciones que pasan desde la exención del pago hasta reducciones que superan el 50 por ciento en el recibo. Hace tiempo que también hablamos de la rehabilitación energética de viviendas, es otro cauce que había que explotar. Y algo básico, que es facilitar el acceso a los consumos medios de los edificios para promover la eficiencia. Poder disponer de los datos para elaborar diagnósticos y propuestas de ahorro voluntario o incluso penalizar el despilfarro energético. Propuestas de ahorro que pueden materializarse no sólo en el ámbito económico sino también en la minimización del impacto que los vehículos de descarga de combustible fósil producen en las vías públicas, o en el descenso del nivel de emisiones de CO2 a la atmósfera en el casco urbano de las ciudades.

Sin duda alguna la biomasa es una de las fuentes energéticas renovables con mayor potencial de crecimiento durante las próximas décadas, y España uno de los lugares con mayores recursos aprovechables, así lo demostramos con el trabajo que diariamente llevamos a cabo todos los implicados en este sector, porque nos lo creemos, y porque queremos ser capaces de que los demás también lo crean.